Investigando el islam - Metodología sugerida (parte 3 de 4): El mensaje de Dios no está oculto


Equipo del sitio

Una persona muy perspicaz dijo una vez que si queremos establecer la verdad de la religión que Muhammad aportó a toda la humanidad, lo primero que debemos reunir son todas las fuentes fiables, es decir, el Corán y las tradiciones auténticas; entonces, después de un estudio y evaluación minuciosos, lo que queda es el Islam. En nuestra serie de artículos hemos aprendido hasta ahora que haciendo preguntas lógicas que nos conduzcan a respuestas lógicas, descubrimos la naturaleza milagrosa del Corán, incluyendo el conocimiento científico avanzado contenido en el mismo y la naturaleza lingüística sublime del Corán. También descubrimos que las palabras del Corán se han mantenido sin cambios, desde el momento en que le fueron reveladas al profeta Muhammad (Dios lo bendiga y le de la paz) hace casi 1.500 años, hasta ahora. Así, la lógica nos dice que el Corán, una de las dos fuentes principales del Islam, no fue escrito por ninguna fuente terrenal. Ahora vamos a revisar la otra fuente principal del Islam, la Sunnah o tradiciones auténticas del Profeta Muhammad.


La primera pregunta que necesita un análisis cuidadoso es si el Profeta Muhammad (Dios lo bendiga y le de la paz) era o no, un profeta de Dios. Más de 1.500 millones de musulmanes creen sin lugar a dudas que él lo era; sin embargo, los que buscan evidencia de la verdad del Islam pueden necesitar pruebas. El lugar más obvio para encontrar dichas pruebas está en las tradiciones auténticas de su vida, conocidas como la Sunnah: Los dichos, acciones, hábitos y aprobaciones silenciosas de uno de los hombres más seguido de la historia.

 


Muchas personas han afirmado que Muhammad se declaró a sí mismo un profeta en beneficio de la fama y la gloria. Si nos fijamos en las tradiciones auténticas, meticulosamente grabados para la posteridad, nos encontramos con que la llamada del Profeta Muhammad (Dios lo bendiga y le de la paz) al Islam en realidad lo despojó de la fama y la gloria que ya poseía. Antes de que el Corán le fuera revelado, y antes de que él se convirtiera en el mensajero de Dios, Muhammad era miembro de la tribu más influyente en la Meca. Era conocido en esa ciudad y distinguido como el hombre más digno de confianza entre todas las tribus. Después de anunciar su Profecía, Muhammad y sus seguidores se convirtieron en parias sociales.

 


En las tradiciones y biografías auténticas, nos enteramos que el Profeta Muhammad (Dios lo bendiga y le de la paz) y la nueva comunidad musulmana fueron perseguidos e incluso torturados. Fueron aplicadas sanciones y las familias repudiaron a sus propios hijos e hijas, dejando que muchos fueran golpeados y muertos de hambre por los miembros más agresivos de la sociedad de La Meca. Los seguidores de Muhammad provenían de todos los rangos sociales, desde esclavos a comerciantes y empresarios ricos. En un corto espacio de tiempo muchas personas, entre ellas el Profeta Muhammad, habían perdido respeto, estatus y riqueza. Muhammad (Dios lo bendiga y le de la paz) afirmaba que su profecía no era por la fama o la gloria. Él dijo:

 


"Por Dios juro que aunque ellos colocaran el Sol en mi mano derecha y la Luna en la izquierda, en recompensa por renunciar a esta cuestión (invitar a la gente al Islam), nunca desistiré hasta que Dios lo haga triunfar (al Islam) o yo perezca defendiéndolo".[1]

 


Tampoco fue por el poder o la riqueza. Los ancianos de la Meca le ofrecieron al Profeta Muhammad dinero y prestigio por renunciar a su llamado al Islam. Incluso se le ofreció convertirlo en el líder de todas las tribus y clanes. Sin embargo, constantemente se negó, incluso cuando le dijeron: "Si estás haciendo todo esto con el fin de conseguir la riqueza, vamos a unirnos para darte la mayor riqueza que cualquier Quraishita haya poseído. Si la ambición te mueve, te haremos nuestro jefe. Si deseas realeza, fácilmente te la ofreceremos". La afirmación de que la Profecía de Muhammad no fue por la riqueza o el estatus, está demostrada en las tradiciones del Profeta Muhammad que nos dan una idea de su vida. Somos capaces de ver y entender la vida de un hombre de Dios. Cada momento de su vida fue una preparación para su venida como profeta, y esto es obvio para todos los que creen en Dios.


Investigar los milagros del Profeta Muhammad, tanto en las tradiciones como el Corán, es un paso lógico que muchas veces convence a los que tienen un precedente cristiano o judío, de la veracidad del Islam. El Profeta Muhammad es el último de una larga línea de profetas reconocibles. Noé, Abraham Moisés y Jesús son profetas del Islam, y se pide al musulmán creer en todos ellos. Dios envió al Profeta Muhammad al mundo para completar su mensaje, no para destruirlo. Para muchos, el Islam llena los vacíos y vuelve a despertar la fe.

 


"Yo soy el más cercano de toda la gente al hijo de María, y todos los profetas son hermanos, y no ha habido ningún profeta entre él (Jesús) y yo." Profeta Muhammad.[2]


"Aquellos a quienes concedí el Libro [judíos y cristianos] lo reconocen [a Muhammad] como reconocen a sus propios hijos. Algunos de ellos ocultan la verdad a sabiendas." (Corán 2:146)


Dios apoyó a sus profetas con milagros visibles, que sirvieron como señales de una verdadera profecía. En la época de Jesús, los israelitas estaban muy bien informados en el campo de la medicina; en consecuencia, los milagros que Jesús hizo (con el permiso de Dios) fueron de esta naturaleza e incluyeron devolver la vista a los ciegos, curar a los leprosos y resucitar a los muertos. El gran milagro del Profeta Muhammad fue el Corán. Como se mencionó anteriormente, incluso aquellos que no creían en el mensaje de Muhammad conocían el Corán como una literatura más allá de toda comparación. Las tradiciones del Profeta Muhammad contienen muchos otros milagros como el agua que fluyo de sus dedos y los árboles que de manera deliberada le daban sombra. El estudio de estos eventos es sin duda una manera de confirmar la verdad del Islam.


Tal vez, la búsqueda de una clara evidencia no es tan fácil para los de las religiones no monoteístas o las personas sin inclinaciones religiosas. Sin embargo, en virtud de la metodología por nosotros sugerida, haciendo preguntas lógicas y esperando y buscando respuestas lógicas, se pueden revelar algunas verdades inesperadas. El Corán invita a la humanidad a reflexionar y a contemplar. Dios invita a toda la humanidad, aquellos con y sin convicciones religiosas o espirituales, a buscar la verdad. Hay que leer, investigar, reflexionar y cuestionar, para así llegar a una conclusión lógica. El mensaje de Dios para la humanidad no está oculto. Está ahí, al alcance de todos.

 


"Este Libro que te revelo [¡oh, Muhammad!] encierra grandes bendiciones, para que mediten sobre sus signos y reflexionen los dotados de intelecto." (Corán 38:29)



Pie de página:

[1] Ibn Hisham.

[2] Sahih Al Bujari.

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